Carmen Campo Casal

Nace en Langreo en 1943. Es hija de la conocida pintora asturiana Carmina Casal, lo que determinó en ella, sin duda, su vocación artística.

Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo y luego de Madrid. A los treinta y un años hizo su primera exposición de pintura, en Zamora y, posteriormente, expuso en Madrid dos años consecutivos. Su última muestra la realizó en la Galería Souto de Orense, en 1980.

Por razón de su matrimonio vive en Muros del Nalón, pueblo de gran tradición pictórica, y desde los jugosos verdes de estas tierras asturianas se adentra, por contraste, en el alma de los resecos pasajes de Castilla, muy de acuerdo con los tonos de su paleta, que prefiere y gusta de los ocres, los sepias, las gamas rojizas y azuladas; aunque maneja también con frecuencia los amarillos y los blancos, en singular monocromía, con texturas rugosas, en estrías y surcos, que acentúan más la soledad terrena y el silencio que son protagonistas habituales de sus cuadros, como denotó Antonio Cobos; demostrando en todos ellos su gran facultad de síntesis y sugerencias pictóricas llenas de constantes poéticas.

Carmen Campo se encuentra en plena juventud y evolución artística, con tendencia hacia una «simplificación creciente de sus medios expresivos… Los paisajes de Carmen Campo tienen algo en su técnica que recuerda al pastel –como señaló José Hierro-, … prepara los fondos con una pasta densa y áspera. Sobre el todo general pasa el pincel, depositando apenas el color, saltando sobre los relieves del soporte, haciendo menos determinado el trazo. Adquiere así el trazo modelador algo aéreo, como el de la barra de pastel al resbalar sobre un papel muy granulado. El paisaje es casi un firme esqueleto cubierto con gran destreza y excelentes resultados».
El mismo crítico la calificó de «heredera de la corriente del nuevo paisajismo que sabe tratar la realidad reduciéndola a lo esencial. Convierte la naturaleza en una serie de escuetos signos plásticos. Es un paisaje el suyo desolado. Como en las machadianas tierras de Alvargonzález, a veces son ‘tan tristes que tienen alma’. Todo
ello lo logra, claro está, sin literatura, sin referencia siquiera a elementos humanos. Se diría que es el paisaje el que está cargado de humanidad»-

Por contraste también, son de destacar sus cuadros del paisaje urbano, llenos de alegorías literarias y evocadoras.