Gaspar García Laviana
Gaspar García Laviana nació en el año 1941 en Les Roces – La Hueria Carrocera (San Martín del Rey Aurelio) pero, poco después, se trasladó con su familia al pueblo langreano de Tuilla, en donde su padre trabajaba como minero. Allí, en el municipio de Langreo, actualmente hay un monumento en su memoria.
Estudió bachillerato en Valladolid y Filosofía y Teología en Logroño, donde se ordenó sacerdote en la orden del Sagrado Corazón.
Después de celebrar su primera misa en Tuilla en 1966, se trasladó a la parroquia de San Federico (Madrid) donde compatibilizó su sacerdocio con el trabajo en una carpintería de barrio. Durante los tres años que permaneció en Madrid, hizo un curso de sociología y estuvo siempre en contacto con los jóvenes, y con grupos de sacerdotes obreros, tratando de implicarse cristianamente en la marcha social y política del país.
En 1969, se ofrece como misionero voluntario para Nicaragua, siendo destinado en la parroquia de San Juan del Sur (pequeña localidad costera del Pacífico, en el término de Tola) en donde el intenso contacto con “sus campesinos” le hizo tomar conciencia de las dificultades que afrontaban día a día. Se preocupó por la situación sanitaria de los habitantes de la región; se alarmó por su prácticamente nulo nivel de alfabetización y se indignó con la opresión, explotación laboral y marginación social a las que eran sometidos por parte de los seguidores de la dictadura somocista. Toda esta realidad le llevó a educar a los campesinos para que fueran capaces de comprender por sí mismos la situación en la que se encontraban.
Desde su situación pastoral, agotó todas las vías pacíficas posibles en su intención de conseguir la justicia, pero comenzó a darse cuenta de que no hacer nada era hacerse cómplice de la tiranía somocista. Siendo ya consciente que la legalidad del país, instaurada por la dictadura, no permitía paliar las terribles necesidades e injusticias que se vivían a diario en Nicaragua, su rabia y su frustración fueron adquiriendo un perfil de compromiso revolucionario: había que cambiar la realidad y no simplemente paliar sus efectos.
Poco a poco, desde 1973, Gaspar se fue convenciendo de que la única esperanza para la liberación de los pobres de Nicaragua (la gran mayoría de la población) pasaba por la revolución y, a pesar de que nunca estuvo a favor de la violencia, era la única medida posible para conseguir una vida digna para los nicaragüenses.
Inició su colaboración con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) como correo y concienciando a los campesinos de la necesidad de actuar. Sus denuncias y sus críticas a la corrupción e inmoralidad somocista le convirtieron en un peligro para el régimen y le llevaron a ser perseguido y amenazado de muerte por agentes de Somoza.
Después de dos intentos de asesinato se vio obligado a abandonar en país en dirección a Costa Rica y, poco tiempo después, reflexionó que tomar las armas en una situación como esa no podía violar los principios cristianos.
A finales de 1977, pasa a formar parte activa del FSLN. Después de recibir adiestramiento militar en Cuba regresa a Nicaragua para luchar en numerosos combates, en donde destacó por su valentía e inteligencia lo que, sumado a su alto nivel de destreza, le llevó a adquirir un gran prestigio dentro de las filas sandinistas y a obtener el grado de Comandante.
El 11 de diciembre de 1978, Radio Sandino emitía un comunicado del Comandante «Marvin» (Valdivia) del FSLN en el que se anunciaba la muerte del Comandante «Martín», como se conocía a Gaspar. Tenía 37 años. La unidad que dirigía, la columna “Benjamín Zeledón”, fue víctima de una emboscada en la zona conocida como “El Infierno” (Cárdenas), cerca de la Frontera de Costa Rica.
Posteriormente, la entrada de los revolucionarios en Managua, el 19 de julio de 1979, culminó el triunfo sandinista que Gaspar había ayudado a forjar pero no llegó a ver con sus propios ojos.
Toda la rabia e impotencia que le había tocado vivir, le llevaron a reflejar sus emociones en multitud de poemas que nos dejó como herencia y que dio como resultado la publicación de “Cantos de amor y guerra” (primer libro publicado por el Ministerio de Cultura del gobierno Sandinista).
Daniel Ortega, primer Presidente de Nicaragua una vez derrocada la dictadura somocista (7 meses después de la muerte de Gaspar), reconoció que su militancia en el FSLN dio legitimidad al movimiento revolucionario y animó a los católicos a apoyarlo. Muchas de las preocupaciones de Gaspar fueron prioritarias para los sandinistas cuando asumieron el poder: instauraron la asistencia médica; crearon iniciativas de reforma agraria distribuyendo las tierras en cooperativas; erradicaron la prostitución infantil y el crimen organizado… Hoy, Gaspar sigue presente en sus dos pueblos: hospitales, escuelas, bibliotecas, calles, monumentos… llevan su nombre en Nicaragua y en Asturias; ONG´s siguen su obra desde España en beneficio de los nicaragüenses más desamparados.