Antonio María Dorado y González

Nació en 1830 en Riaño (Langreo), en el seno de una familia hidalga.

Gran amigo de Antonio y Policarpo Herrero, fue administrador de la Sociedad Carbonera Santa Ana, de estos últimos, y propietario de minas. Seguidor político de Alejandro Pidal y Mon, fue el más genuino representante del Partido Conservador de Langreo.

Participó políticamente en las corporaciones municipales langreanas, primero como concejal y luego como alcalde, cargo que ejerció durante 18 años, repartidos en dos etapas, de 1890 a 1901 y de 1903 a 1909.

Antonio María Dorado y González, alcalde de Langreo

 

Su gestión fue muy discutida por los habitantes de La Felguera, que se sentían desfavorecidos frente a Sama y Lada. No obstante, contribuyó decisivamente a la modernización urbanística de Langreo, con proyectos que revelaban una avanzada concepción y conocimiento en la materia.

Particular importancia tuvo la aprobación en 1896 del plano general de urbanización, tanto para La Felguera como para Sama. A esta última villa la potenció como capital y centro comarcal.

Obras fundamentales durante su mandato fueron la canalización del río Nalón, imprescindible para evitar sus frecuentes avenidas, y llevó adelante un auténtico ensanche de Sama, transformando el viejo núcleo con la construcción de edificios de calidad y creación de espacios de uso público, entre ellos un parque que pronto llevó su nombre.

También se construyó el teatro Vital Aza, y se dio un gran impulso como centro turístico a un manantial de aguas sulfurosas descubierto en Lada, en torno al cual se construyó un balneario, que conoció gran actividad durante algunos años, decayendo tras la Primera Guerra Europea.

Algunas actuaciones de Dorado provocaron airadas reacciones, como la prohibición de la obra Juan José, de Joaquín Dicenta, aunque los años de su mandato fueron de gran desarrollo industrial del municipio langreano y de numerosas obras, conseguidas en buena medida por sus buenas relaciones políticas.

Protagonizó una gran rivalidad con el felguerino y burgués republicano Celestino Cabeza, quien azuzó en algunos casos la bandera del localismo secesionista.

En 1906 le fue erigida por suscripción popular un monumento en el parque que lleva su nombre.

Falleció el 5 de mayo de 1910, y le fue concedido su nombre a una calle de Sama.